Descripción
El Viaducto de Loiola, construido a comienzos de los años 70 como parte de la circunvalación de Donostia-San Sebastián dentro de la AP-8, se ha consolidado como una de las arterias principales de la ciudad. Medio siglo después, el deterioro estructural detectado en varios de sus tramos ha obligado a una intervención de emergencia, con el objetivo de garantizar la seguridad del tráfico hasta su futura demolición y sustitución por una nueva estructura.
La Diputación Foral de Gipuzkoa diseñó un plan de actuación para la reparación estructural del viaducto en dos fases:
- Fase 1 (ya ejecutada): Intervención de emergencia mediante el apeo de los vanos más afectados, reforzando las zonas críticas sin interrumpir la circulación. Todos los trabajos se realizaron por debajo del tablero.
- Fase 2 (pendiente): En una etapa posterior se prevé la demolición del tablero de los vanos dañados para su sustitución por una nueva estructura.
Los trabajos de emergencia comenzaron en 2023, tras una inspección especial que reveló deficiencias graves en las medias maderas del tramo sobre el río Urumea. Los análisis confirmaron que la armadura existente no era suficiente para soportar las cargas actuales, especialmente debido al deterioro del pretensado. Por este motivo, se procedió a reforzar los tres primeros vanos desde el estribo del lado del túnel, incluyendo los que cruzan sobre el río y uno adicional junto a la pila tres.
En esta fase de emergencia, ULMA participó aportando soluciones técnicas de apeo, fundamentales para garantizar la estabilidad estructural del viaducto durante la intervención.
Solución ULMA
Dadas las dimensiones del viaducto, el refuerzo requería sostener cargas de gran magnitud a lo largo de 111 m de longitud, combinando distintas estructuras metálicas para soportar las dos calzadas. En total, se instalaron seis puntos de apoyo adicionales: cuatro sobre el cauce del río Urumea y dos en tierra firme. Para ello se recurrió a un sistema de cimbras T-500 de gran capacidad, configuradas en módulos de 2x2 y con alturas de hasta 15 m, que en algunos puntos se complementaron con torres más ligeras, cimbras T-125.
Una de las claves del éxito de la operación fue la modularidad del sistema. Gran parte de las estructuras se premontaron en el suelo, lo que permitió trabajar con mayor seguridad y rapidez. Posteriormente, se izaron mediante grúa y se colocaron en su posición definitiva bajo el tablero. Este procedimiento redujo significativamente los riesgos de trabajo en altura y contribuyó a acortar los plazos de ejecución.
La actuación supuso un verdadero reto de coordinación y rapidez. La empresa de ingeniería INJELAN, responsable de la inspección y el diseño de la solución, destacó que la inmediatez era uno de los factores críticos de la obra. ULMA, con su experiencia en este tipo de actuaciones, respondió con agilidad, aportando una solución eficaz para transmitir las cargas desde el tablero hasta la cimentación. La colaboración estrecha con los equipos de obra y la experiencia acumulada en proyectos similares fueron determinantes para garantizar un resultado satisfactorio.